La moda está matando al mundo

Es nuestra responsabilidad poder ayudar a los demás y no consumir los productos de su sufrimiento. 

La moda es un elemento creativo de nuestro día a día. Aunque no le prestemos demasiada atención, es un factor importante de nuestra identidad y creatividad, y refleja el pensamiento de la comunidad en la que vivimos. Sin embargo, actualmente la moda tiene más efectos negativos que positivos,  por lo que necesitamos cambiar urgentemente la manera en que la entendemos.  

La moda es la segunda industria más contaminante en el mundo. Produce 20% de las aguas residuales mundiales, 10% de las emisiones globales de carbono y 1.2 billones de toneladas de gases de efecto invernadero. Todas estas cifras superan la contaminación generada por los vuelos internacionales y el transporte marítimo. Uno de los factores que más contribuye a estas cifras es el fast fashion, una estrategia que consiste en  renovar las colecciones de ropa lo más pronto posible, causando que haya una mayor necesidad de comprar. La rápida producción y distribución de los productos genera una falsa sensación de escasez en los consumidores, al igual que una necesidad de  consumir cada producto que se ve en un mostrador o en redes sociales. De esta manera, se empuja a los clientes a seguir las nuevas tendencias y a desechar lo que ya pasó de moda, generando aún más residuos. Actualmente, compramos cuatro veces más ropa que en los años noventa, e irónicamente el 40% de la ropa que guardamos en nuestros armarios nunca se usa. En general, el fast fashion es una consecuencia de nuestra necesidad de siempre seguir la moda, sin importar lo dañina y ridícula que esta sea; es el ejemplo más claro de lo superficial y consumista que es nuestra sociedad.  La producción del fast fashion genera daños irreversibles en el planeta: la emisión de gases de  efecto invernadero, los gastos de energías no renovables, la generación de residuos y la  contaminación de las aguas son solo algunas de sus consecuencias. 

Foto: Gary Chan

Foto: Gary Chan

Uno de los factores que impulsa la popularidad del fast fashion es el precio accesible de sus productos, sin embargo, más barato no quiere decir de mejor calidad. El fast fashion se concentra en la cantidad del producto, no en su calidad. Para reducir el precio de producción, estas marcas usan fibras sintéticas derivadas del petróleo, como el poliéster, el nylon, el rayón, el algodón y el acrílico. Estos  materiales son los mismos que se utilizan en fábricas de envases desechables y –en el mejor de  los casos– tardan cientos de años en biodegradarse. Todos estos tejidos limitan la durabilidad de la ropa. Además, impiden la posibilidad de reutilizarlos para generar más productos.  

Lamentablemente, el fast fashion también tiene como víctimas a los animales. Actualmente, los productos hechos de piel, lana y cuero son considerados como elegantes, lujosos y costosos; sin embargo, son los animales quienes tienen que pagar un precio aún más alto: el crecimiento  forzado, la privación de alimentos, el maltrato, los terroríficos métodos para matar e inclusive el despellejamiento. Estas acciones son un atentado contra los animales y, francamente, ningún abrigo es más importante que una vida.  

También debemos considerar el uso de pesticidas sintéticos; los químicos y toxinas utilizados en diferentes telas se pueden filtrar en el subsuelo, dispersar en el aire y concentrarse en pequeños cuerpos de agua, poniendo en riesgo la salud de las plantas, de los animales y de las personas. Desde los peces que habitan en ríos, hasta los granjeros que trabajan con algodón, todos son perjudicados por el fast fashion.  

Otra característica del fast fashion son los bajos costos de producción. Para lograr esto,  las marcas trasladan su producción a países en desarrollo o “tercermundistas”, comúnmente  ubicados en el sudeste asiático, y reducen las condiciones laborales de sus trabajadores. 21  millones de personas trabajan forzosamente, con una jornada de 12 a 20 horas diarias cobrando el  salario mínimo, sufriendo condiciones inhumanas e inseguras, abuso y violencia.   También es importante mencionar que un 80% de los trabajadores son mujeres o infantes.  Las mujeres son más propensas a sufrir abuso físico, verbal y sexual por medio de sus “jefes” (un  gran porcentaje de empleadas no cuentan con un contrato legal) gracias a la percepción social y cultural  que se tiene de ellas en el ámbito laboral. Debido a la prohibición de las marcas para crear sindicatos y  uniones laborales, las mujeres son aún más vulnerables al carecer de un apoyo legal y, en repetidas  ocasiones, estos casos de abuso provocan suicidios. Evidentemente, estas son violaciones totales a los derechos humanos, y la mejor manera de detenerlas es consumir moda de manera consciente y responsable; en otras palabras, dejar de consumir fast fashion.  

Foto: Lauren Fleischmann

Foto: Lauren Fleischmann

El fast fashion existe porque los consumidores lo permitimos y lo respaldamos con nuestros  hábitos, y necesitamos cambiar nuestra forma de consumo para garantizar la supervivencia de  nuestro planeta y el cumplimiento de los derechos humanos.  El hecho de que la ropa de alta calidad sea ridículamente cara e inaccesible no debe ser olvidado, sin embargo, no es una excusa. Está en nuestras manos la supervivencia del  planeta y la vida digna digna de quienes no tienen ni voz ni voto. Es nuestra responsabilidad poder ayudar a los demás y no consumir los productos de su sufrimiento. 

No todo está perdido aún. Hay varias acciones que podemos tomar para dejar de contribuir a la industria del fast fast fashion y empezar a ayudar a nuestro planeta.  El primer paso es la educación; generar conciencia sobre cómo todas nuestras decisiones afectan la vida de los  demás. De esta manera, más personas conocerán los efectos negativos del fast fashion y dejarán  de consumirlo. Educarnos también incluye investigar productos y manufactureras, ya que una simple  mirada a la etiqueta de tu ropa y una rápida búsqueda en internet pueden determinar si deberías seguir comprando esa marca o esos materiales.  Reciclar, reducir y reutilizar son conceptos que también podemos aplicar, minimizando nuestro consumo de ropa, comprando en tiendas de segunda mano o darle un nuevo uso a prendas viejas.

Definitivamente la moda no solamente se trata sobre nosotros mismos; ni de cómo vestimos, ni de cómo nos vemos o nos sentimos. Demasiados seres vivos están siendo afectados por ella, seres vivos que no pueden alzar la voz contra sus destinos. No debemos dejar que la moda  sea  otro resultado de nuestra sociedad individualista y superficial. Debemos transformarla en una decisión que refleje nuestro pensamiento, al igual que en una herramienta que refleje nuestra belleza interior, sin dañar a otros y al medio ambiente. 

Giovanna Durán

15 años. Me gusta mucho leer, correr, ver películas y platicar sobre cualquier tema hasta que se me seque la garganta.

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