México Bárbaro

Con un Estado indiferente, ¿qué nos queda? ¿El ajusticiamiento (linchamiento) social?

Me parece certero decir que ha llegado hasta sus ojos el meme –porque en eso se convirtió, en un simple video editado ad infinitum para complacer nuestro deseo constante de burlarse sin sentido– en el que un ladrón es linchado por algunos pobres diablos hasta la obscenidad que tanto nos alborota. Debo admitir que al verlo con What a Wonderful World de fondo, no me parecía más que otro fenómeno viral: en unos días sería olvidado (¿me equivoco?). La forma en que esta escena casi mundana jugó de megáfono para la conciencia colectiva atrapó mi atención: harta de la inseguridad y de los trabajos de mierda; cansada de viejitos que prometen, prometen, prometen; puro cinismo al servicio del poder. En sí alienada hasta el hueso, la conciencia grita fuerte: “¡Al diablo con sus instituciones!”. Desencantada amargamente por el Estado, celebra la justicia de las víctimas convertidas en victimarios, de esa rata linchada que representa a todas aquellas que se salieron con la suya. Este acontecimiento es el altavoz de la conciencia, la catarsis para todos aquellos que han sufrido, sufren y sufrirán la delincuencia en el transporte público.

Calavera Oaxaqueña, José Guadalupe Posada. Fuente: Wikimedia Commons

Calavera Oaxaqueña, José Guadalupe Posada. Fuente: Wikimedia Commons


Hasta aquí todo bien, nos desahogamos viendo cómo le parten la madre a quien se lo merece, nos hace sentir bien; pero nos podemos encontrar con algunos problemas. Primeramente, sin exigir nuestro derecho a la seguridad y al elevar a estos justicieros más allá de lo que merecerían por dejar a la rata tirada en la calle, desnuda y medio muerta; estamos renunciando a pedirle cuentas a quien brilla por su ausencia en el affaire. Mientras nosotros no vayamos a la oficina de Del Mazo a tocarle la puerta con un gentil “¿qué pedo, cabrón? ¿la seguridad pa’cuándo?”, nada pasará. Él estará muy cómodo tomándose una chela en su rancho, pensando: “pues ya ni necesitan seguridad, ellos solitos se defienden; y hasta les divierte verse madrear los unos a los otros”. Un qu’ils mangent de la brioche comparable al de Doña Beatriz hacia los niños con cáncer. Mientras nuestra decepción hacia el Estado nos impida pedirle una constante rendición de cuentas, este hará hasta lo imposible por no darlas. Con un Estado indiferente, ¿qué nos queda? ¿El ajusticiamiento (linchamiento) social?

Esto nos lleva al siguiente punto, esto ni siquiera es justicia: es venganza. Son una bola de señores que dejaron salir a su chango interior en el momento en que vieron que la rata estaba en desventaja. Cinco minutos de la más vulgar barbarie humana que tiene su origen en el hartazgo, la impotencia y el deseo de justicia. Uno de ellos le dice: “para que sientas lo que sentimos”. Sí, esos sentimientos son comprensibles, pero eso no justifica ninguna acción de tal bajeza. Ambos actores están reprobados en empatía, dudo que alguno de ellos tenga una concepción mínimamente certera de esta. Ambos fallan como seres humanos capaces de criticar. Tampoco los culpo a ellos: alguna circunstancia llevó al asaltante a delinquir y a los pasajeros a golpearlo. Intrínsecamente el sistema tiene gran responsabilidad sobre esto: sobre la impotencia y desencanto de unos, sobre la desesperación y deseo de sobrevivir de otros; sobre la falta de empatía de todos. Esta golpiza no arregla nada, los delincuentes seguirán delinquiendo, nada más que a la próxima no irán sin pistola, y matarán en caliente ante el mínimo riesgo. En cuanto a los héroes sin capa que se lo madrearon: surgirán más; gente wannabe batman que, ante la incompetencia del gobierno, tratará de defender a los olvidados. ¿Cuántas tragedias en el transporte público nos podría regalar esta combinación explosiva digna de la más chafa película de Marvel?

El hombre renunció a su derecho a matar para no ser matado. Idea rústica de un contrato social. Lo que pasa cuando el Estado no puede garantizar la seguridad, es un caos cuya prueba es el video mencionado. Si nos quedan más dudas sobre los efectos que tendría un todavía más grande aumento de inseguridad (ya de por sí inmensa en el transporte público), veamos lo que pasa en estados como Guerrero y Michoacán con las autodefensas. Ante la ingobernabilidad surgió un Estado fallido, después las comunidades se unieron para defenderse ellas mismas. Parecía una buena idea, pero...¿acaso llegó su tan ansiada paz?. Tierra caliente arde más que nunca; puede sonar lejano, pero la ingobernabilidad nos pisa los talones, y una prueba de eso es el video. Veo dos caminos: la exigencia de los derechos civiles, la rendición de cuentas y la mejora de nuestra calidad de vida, o el ojo por ojo y la ley del más fuerte.

Anterior
Anterior

La vida vista con cristales

Siguiente
Siguiente

En el mismo barco