Trump, Biden y la democracia
El entonces hombre más poderoso del mundo no pudo salirse con la suya porque la democracia y las instituciones norteamericanas son sólidas y no se dejan intimidar por caprichos de una persona.
El 1 de marzo de 2021 el expresidente Donald Trump reapareció en Florida tras haber perdido las elecciones presidenciales del año pasado. El ex mandatario usó la Conferencia de Acción Política Conservadora, cumbre política organizada por la Unión Conservadora Estadounidense, para atacar al actual presidente estadounidense Joe Biden.
Como todos sabemos, Trump miente mucho y todas estas mentiras llevaron a un incidente muy fuerte en la historia de Estados Unidos: la toma del Capitolio, sede de las dos cámaras del Congreso. La invasión dejó 5 muertos y varios heridos. Los perpetradores –simpatizantes de Trump incitados por él en un discurso unos minutos antes– entraron al Capitolio a la fuerza. En su camino, dejaron destrucción y marcaron al 6 de enero de 2021 como uno de los días más oscuros en la historia de Estados Unidos. Afortunadamente, varias de estas personas ya han sido aprendidas y condenadas, como es el caso de Richard Barnett, quien entró a la oficina de la presidenta del Congreso, Nancy Pelosi, o de Adam Christian Johnson quien se robó su podio.
Foto: Joshua Earle
Sin embargo, esas no son las únicas personas que apoyan a Trump. Hay gente alrededor del mundo que compra su discurso de odio, de intolerancia y de racismo, incluso creen ciegamente que hubo fraude en la elección y que por eso perdió Trump. Recuerdo que en Twitter y en otras redes sociales, había muchísimas personas que lo apoyaban y lo defendían como si fuera alguien de su familia, y aún hoy lo hacen.
Analizando las declaraciones, posturas y acciones de Donald Trump y Joe Biden, tenemos algo muy claro: son totalmente diferentes. Con la transición se produjo un efecto como de péndulo. ¿Qué quiere decir esto? Que una vez gobernados por un tipo de gobierno, si les va mal, la gente se inclinará hacia el otro extremo. El ejemplo más claro está en Ecuador, donde después de tener un gobierno predominantemente de izquierda, en las elecciones del pasado domingo, ganó un candidato de la derecha.
Con Donald Trump, un señor racista, ultraderechista y ultraconservador, se reformaron varias leyes, como el fin del Programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA por sus siglas en inglés) o el del Obamacare. Estas decisiones, junto a su pésimo manejo de la pandemia, no dejaron muy satisfecha a la gente, por lo que se decidieron por el otro extremo, un hombre decente, conciliador y liberal que acepta y promueve el cambio.
Con Trump dando mítines en los que desinforma y miente, debemos preocuparnos, ya que tiene 4 años para poder seguir alimentando el odio, la intolerancia y la polarización entre los norteamericanos. El actual secretario de Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas, afirmó hace apenas unas semanas, que el extremismo interno es actualmente la mayor amenaza terrorista que enfrenta Estados Unidos.
Todo este apoyo hacia Trump sigue estando muy presente en el mundo, ya que él seguirá en la vida política de los Estados Unidos durante mucho tiempo. Ya sea con sus mítines a lo largo y ancho del país, o con su recién anunciada red social, de la cual no será “baneado” como ocurrió en Twitter, Facebook, Instagram, etc. Su regreso a la Casa Blanca, o ser recordado simplemente como un mal recuerdo, dependerá en gran medida del desempeño de Biden en su mandato presidencial. Si hace las cosas bien y cumple sus promesas, existe una posibilidad de que Trump pierda seguidores y por lo tanto, fuerza. Si Biden lo hace mal, los electores tendrán una excusa para regresar corriendo a los brazos de Trump y eso no será algo bueno ni para nuestro vecino país del norte, ni para el mundo.
A pesar de todo, el entonces hombre más poderoso del mundo no pudo salirse con la suya porque la democracia y las instituciones norteamericanas son sólidas y no se dejan intimidar por caprichos de una persona. El regreso a un presidente decente en el país más poderoso del mundo muestra que, aunque los electores a veces se equivocan, siempre tienen oportunidad de corregir.