Entre el arte y la guerra
Es desgarrador ver cómo un país tan rico y distinguido en expresiones artísticas como la gastronomía, la música y danza, es opacado por la inseguridad que sufrimos diariamente.
Yo era apenas un niño cuando, en 2006, inició una infinita horda de violencia que parece no terminar. El año pasado fue declarado como el más violento en la historia del México moderno con más de 34.000 homicidios dolosos, y se prevé que el 2020 corra con la misma suerte.
Me considero una persona afortunada, pues mi familia y yo estamos a salvo. Las historias de secuestro y asesinato no son más que cuentos de terror que nos inundan de miedo y que –por más realistas que sean– no nos llevan a ningún lado. Tengo casi diecisiete años y considero que es lo suficiente como para saber que todos debemos despertar de este sueño que no nos permite ver el inmenso problema de inseguridad que hay en nuestro país y comenzar a hacer algo al respecto. Todos los mexicanos tenemos el derecho a la paz social. Es desgarrador ver cómo un país tan rico y distinguido en expresiones artísticas como la gastronomía, la música y danza, es opacado por la inseguridad que sufrimos diariamente. Y yo, aunque apenas estoy viendo el mundo real con mis propios ojos, estoy dispuesto a dar mi vida para conseguir la paz. Aún así, mi lucha comienza en el arte.
Foto: Raúl Baz
Desde niño he tenido una pasión oculta por las artes escénicas, y los últimos tres años de mi vida los he aprovechado para desarrollarme en ámbitos como la danza, la música y el teatro. Estas formas artísticas han estimulado mi mente y cuerpo; de ellas he aprendido a equivocarme, a expresarme e incluso a amar la vida. Ahora cada vez que bailo y actúo, lo hago con la intención de cambiar al mundo.
El arte nace de la necesidad humana de expresión y comunicación con el resto de la sociedad. Es una forma de canalizar y de expresar nuestros sentimientos y pensamientos positivos y negativos para transformarlos en una rebeldía creativa. Muchas asociaciones ligadas a la educación (como la UNESCO) comparten la idea de que el arte es esencial para la integración de nuevos valores a la sociedad; como la inclusión, la empatía, la honestidad, la superación, la gratitud y el respeto. Y por si fuera poco, miles de artistas internacionales y locales luchan arduamente para cambiar el mundo que les rodea y convertirlo en un mejor lugar para vivir. El mismo William Shakespeare dijo en el tercer acto de Hamlet que el arte “es un espejo de la humanidad” que nos muestra nuestras virtudes al igual que nuestros defectos.
Actualmente existen muchos programas gratuitos de introducción a la cultura por parte del gobierno u organizaciones civiles (como Jugando soy o Trinitate Philarmonia) que forman parte –mayoritariamente– del sector educativo. Es nuestro deber como sociedad darles seguimiento e importancia. Por esta razón invito cordialmente a los lectores de este texto a participar e invitar a más personas a eventos culturales locales. Las visitas a los museos, teatros, exposiciones son formas de reconocer el arduo trabajo de los artistas. Incluso la lectura diaria enriquece la mente y podría cambiar el mundo, tal como lo hizo Julio Verne.
Soy una persona que no solo busca consumir arte, sino también crearlo. Es grandioso expresar mis sentimientos a través de un lenguaje que no utiliza palabras. Entre diálogos existe una infinidad de pensamientos e ideas que me hacen cuestionarme todo acerca de la vida para convertirme en una mejor persona.