El conversador de sobremesa

Cuento

Un restaurante. Café americano servido, sin crema, sin nada más que café. El conversador no para de hablar, el conversador habla con el café, tiene un interesante debate con él.

–¡Café! No tienes leche y no sabes dulce, te hace falta azúcar.

–Pues así me pediste tú, negro y sin azúcar– responde el café muy orgulloso.

El conversador viene de un pueblo fantasma llamado Conversatlán. De este pueblo ya no queda nada: todo se acabó con un debate que tuvieron los conversadores con las paredes del pueblo. Las paredes se hartaron tanto de la aburrida retórica de los habitantes del pueblo, que se los tragaron. Ahora viven todos en el extraño mundo de las paredes. La vida es oscura ahí. Cuentan que se escuchan las discutidoras voces de los conversadores en el pueblo fantasma. A quien pisa el territorio de Conversatlán, se lo consumen las palabras.

El conversador, cuando era joven, fue a buscar suerte a la ciudad. Había ya abandonado su pueblo cuando las paredes se tragaron a los habitantes. Nadie nunca lo quiso fuera de su pueblo por su tendencia conversadora: habla y no escucha. Es medio sordo, tiene más de cien años. Y ahora se encuentra debatiendo con un café.

Foto: Isaac Benhesed

–Yo te pedí así, solo, negro, para tener algo que reclamarte, algo que discutir contigo, ya nadie me quiere hablar, nadie nunca me ha hablado.

–Yo te hablo, pero me estás comenzando a molestar. Nosotros, los cafés, no hablamos con nadie. No nos gusta.

–¿Pero cómo pueden sobrevivir! El habla es lo que nos hace estar vivos.

–Los cafés estamos muertos–afirmó el café.

–Entonces, ¿por qué hablas?

–Yo no sé, no sé nada.

–¡Responde café inmundo!

–No se me antoja responder. Ya quiero que te calles, no estoy de humor para escuchar tu vieja y cansada voz.

El sordo conversador no escuchó y siguió conversando por horas, hasta que el café se hartó y se hizo grande, inmenso, se llenó de enojo. Siendo ya un gigante, hundió al conversador en su interior. El conversador murió. Así se extinguió su especie, en una plática de sobremesa.

Lucas Anaya Vázquez | Editor

¡Hola! Tengo 17 años y soy (junto con Marianne Milner) editor de esta revista. Me encantan el Boing de guayaba, la literatura y la música. En el futuro quiero estudiar Ciencias Políticas (o algo por el estilo).

https://twitter.com/LucasAnayaV
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