Patricia Armendáriz y los problemas de la pirámide
El mejor amigo del ser humano no es el perro, sino la pirámide.
Durante gran parte de nuestra historia hemos construido pirámides. En el siglo XXVI a.C, la civilización egipcia construyó la Pirámide de Guiza, que hasta la fecha impresiona a todo turista que visita la zona. En Mesoamérica, las pirámides eran centros ceremoniales de gran importancia, mientras que Tales empleaba la geometría para calcular la altura de estas figuras en la Antigua Grecia. En las clases de historia de secundaria estudiamos distintos sistemas económicos y políticos, todos (por supuesto) con forma de pirámide. En geografía dibujamos pirámides de población y en psicología leemos a Abraham Maslow, que utilizó la pirámide para entender las motivaciones humanas. En matemáticas medimos los lados de este tipo de forma para calcular su área, y en física utilizamos pirámides de cristal para estudiar la refracción de la luz. En fin… podría dedicar el resto de este artículo a enlistar las formas en las que hemos empleado esta figura geométrica para lo que se nos ha dado la gana, por lo que sobraría decir que el mejor amigo del ser humano no es el perro, sino la pirámide.
El problema de la pirámide es que es nuestra mejor amiga aproblemada, tóxica. Tenemos una relación tan codependiente con ella, que resulta enfermiza. Vivimos en un país en el que el 1% más rico acumula la misma cantidad de dinero que más de 62 millones de pobres. Algo que generalmente ignoramos es que estas no son dos cifras aisladas, al contrario: hay 62 millones de pobres para que el 1% de la sociedad tenga semejantes cantidades de dinero, y esta relación existe porque formamos parte de una pirámide. Bajo el capitalismo, un puñado de burgueses se sientan cómodamente en la punta, sostenidos por un proletariado diverso y numeroso. Hace un par de semanas, Patricia Armendáriz, una de las personas más ricas del país se lamentó en Twitter por la muerte de su asistente a causa de COVID-19 y señaló que “la base de la pirámide tiene la autoestima por los suelos. Se sintió mal y no me pidió nada”. Posteriormente, explicó que el término “base de la pirámide” no es nada despectivo, sino que es un término comúnmente utilizado en el ámbito empresarial y que incluso ella misma alguna vez formó parte de la base de la pirámide. Sin embargo, encuentro dos problemas en esta declaración, y los dos están profundamente relacionados con nuestra amiga la pirámide, a la que al parecer tenemos tatuada en el cerebro:
Foto: Hossam M. Omar
Problema I. La autoestima de la base
Recientemente, leí un artículo en la revista estadounidense Jacobin en el que se habla de lo que constituye a la clase trabajadora y por lo tanto, a la base de la pirámide. La división de clases sociales ha sido motivo de mucha controversia a lo largo de la historia, y lo que este artículo argumenta, es que –desde una perspectiva marxista– todo ser humano que tenga que vender su trabajo a cambio de un sueldo y que no pueda producir sus necesidades por sí mismo, forma parte de la base de la pirámide. La punta de la pirámide, por lo tanto, únicamente está conformada por gente que no necesita vender su trabajo y que puede sostenerse a sí misma, gente como Patricia Armendáriz.
El trabajo es lo que constituye a la base de la pirámide, y el trabajo implica ciertos problemas. Marx argumentaba que los trabajadores experimentan un sentimiento de alienación, ya que son despojados de lo que producen. Además, la alienación implica una despersonalización del trabajo: la burguesía impone un método de trabajo sin tomar en cuenta las necesidades y aptitudes del proletario. La base de la pirámide, por lo tanto, no tiene baja autoestima, lo que experimenta es despojo y despersonalización. Los comentarios de Armendáriz demuestran que ella misma enajena a sus trabajadores: los despersonaliza con la expresión “base de la pirámide” y no toma en cuenta que la causa detrás de las decisiones de su trabajador no es la falta de autoestima. Esto me lleva al siguiente problema...
Problema II. El complejo de la punta
La punta es –en el mejor de los casos– altruista. En general, desde las clases más altas se apoyan causas sociales como la alimentación, la protección del patrimonio y la educación. En principio, no hay ningún problema con esto. Al contrario, la sociedad se beneficia del apoyo que brinda la punta de la pirámide. Pero en realidad, el altruismo es un tema mucho más complejo de lo que parece. Lamentablemente, en muchas ocasiones, el verdadero propósito del altruismo es sentirse bien con uno mismo y no ‘ayudar’ a la gente, y aunque esto pueda parecer insignificante, ya que los resultados son más importantes que las intenciones, debemos entender que ambos están profundamente relacionados. Cuando no hay una intención genuina, el apoyo se diluye, y por ende no existe un verdadero esfuerzo por parte de los supuestos ‘altruistas’. Hay que tomar en cuenta que en general las personas más ricas solamente le dedican una pequeña fracción de su fortuna a sus fundaciones, cuando tienen más que suficiente para sobrevivir durante muchas generaciones.
Yo no dudo para nada de las buenas intenciones de Patricia Armendáriz (quien se apuró a subir un tuit en el que ayuda a las comunidades indígenas en el sur del país después del escándalo por sus comentarios). Me parece que la empresaria es una mujer profundamente informada sobre la realidad del país y que a través de su fundación ha conseguido mejorar las condiciones de vida de muchísima gente. Sin embargo, por sus declaraciones, me doy cuenta de que a pesar de la información, a pesar del tiempo que pasa en Chiapas, le falta conciencia de clase. Y la conciencia de clase es fundamental para que una sociedad salga verdaderamente adelante. La punta de la pirámide vive de la explotación de la base y no se da cuenta, o no le importa. Por más que invierta millones en comunidades rurales, por más que se esfuerce en ayudar a la gente, el problema de fondo no se solucionará.
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Acusar a un empleado que murió a causa de una enfermedad terrible de tener “baja autoestima” demuestra que todavía existe una falta de conexión muy grave entre la punta y la base de la pirámide. Vivimos en uno de los países más desiguales del mundo, y debemos impulsar políticas que cambien el sistema actual, porque la lucha por acabar con las estructuras piramidales –por librarse al fin de nuestra amiga tóxica– es más vigente que nunca.
Patrricia Armendáriz